Comentario
El último faraón de la III Dinastía, Huni, tuvo tiempo de sobra, en los 24 años de reinado que le asigna el Papiro de Turín, para hacerse una pirámide de grandes dimensiones. Sin embargo, no se le puede asignar ninguna con certeza. La pirámide de Zawiyet el-Aryan, proyectada como un monumento de seis o siete escalones, acaso no fuera nunca acabada. Algunos se la atribuyen porque el nombre de Horus de Huni, Khaba, aparece en los vasos de alabastro de algunas mastabas próximas. Recientemente se ha sugerido que la pirámide de Meidum sea la que, en verdad, le corresponde. Los egipcios del Imperio Nuevo la atribuían a Snefru, sucesor de Huni y primer faraón de la IV Dinastía; pero cabe la posibilidad de que Huni la hubiera dejado como pirámide escalonada y Snefru la hubiese terminado. No siendo corriente que un faraón realizase obras en un monumento de un predecesor como no fuese para apropiárselo, la posteridad se la asignaba a Snefru.
Testimonios fehacientes indican que Snefru construyó otras dos pirámides en Dahsur, la Acodada y la Roja; de manera que tenemos que habérnoslas con el caso excepcional de un faraón a cuyo nombre figuraban tres pirámides.
Aunque parezca un cuerpo geométrico tan sencillo, la pirámide no se hace ateniéndose a un plano previo, sino que se va haciendo conforme el terreno da muestras de su resistencia a los millones de toneladas que se le ponen encima (según cálculos correctos de Napoleón, las pirámides de Giza darían piedra bastante para rodear de una muralla toda Francia), y conforme a los deseos que el faraón manifieste de darle altura, situar la cámara del sarcófago, garantizar la seguridad de su tumba y de sus tesoros frente a la amenaza de los ladrones, etc. Desde la Pirámide Escalonada de Sakkara a la Gran Pirámide de Giza, todas dan señales de cambios de plan en su construcción.
En algunos bloques extraídos de la pirámide de Meidum durante las excavaciones hay grabados de pirámides de dos, tres y cuatro escalones hechos por los constructores. Estos grabados podrían indicar cuáles fueron las primeras fases del monumento; pero las investigaciones modernas no han profundizado tanto en el suelo como para comprobar este extremo. En su estado actual la pirámide parece una gigantesca torre, con su base enterrada en montones de cascajo y arena. Se ha podido constatar, por lo menos, que alguna vez fue una pirámide de siete escalones.
Primero se levantó, como núcleo, una torre cuadrada, cuyo techo formaba el séptimo escalón; luego, se le fueron añadiendo, por los cuatro lados, seis capas de piedras de tamaño decreciente, hasta construir otros tantos peldaños, cada capa formando con la base un ángulo de 75°. Gracias a esta inclinación, las capas mantenían cohesión sin necesidad de grapas ni de otro vínculo (gracias también a eso, es un monumento impresionante aun hoy, pues los ladrones de piedra han podido desmantelarla tranquilamente, sin necesidad de reducirla a un cúmulo de cascotes, como han hecho con tantas otras). Cuando el edificio ya estaba terminado, se inició la obra de conversión en una pirámide de ocho escalones, haciendo subir todos los existentes a mayor altura y añadiendo uno más en la base. Igual que antes, el material era piedra de la localidad, revestida de caliza de Tura.
Pero la pirámide de Meidum no estaba destinada a seguir siendo mucho tiempo un edificio escalonado, aunque así lo creyesen quienes la dieron por terminada, primero con sus siete, y más tarde, con sus ocho escalones. En una fecha posterior éstos fueron unidos mediante un relleno de piedra local, revestido de caliza de Tura, hasta dar al conjunto la forma de una pirámide normal, como se ha podido apreciar sin la menor vacilación en la base soterrada del monumento. La obra última se realizó con una nueva técnica: mientras la pirámide escalonada, como todas las de su género, tenía las hiladas de sillares inclinadas hacia el núcleo del edificio, a las hiladas nuevas se les dio la disposición horizontal propia de las pirámides clásicas. Otro detalle curioso, aunque de orden distinto: algunos sillares de esta última fase llevan fechas inscritas en los años 21 y 23 del reinado de un faraón que no se menciona, pero marcas iguales, de los mismos canteros, están fechadas en los años 21 y 22 del reinado de Snefru en la Pirámide Roja de Dahsur. Ello quiere decir que al tiempo que esta pirámide se terminaba, la de Meidum adquiría su forma definitiva. Si esto lo hizo Snefru para Huni o para él mismo, es cosa que no se puede precisar. Hoy día la base del monumento mide 146,60 m de lado; la altura actual es de 70 m, que serán unos 90 m cuando estaba entera.
La entrada a la cámara funeraria se encuentra en el sexto escalón de la pirámide de siete, que hubo de ser alargada en línea recta en las posteriores modificaciones. El corredor se dirige en rampa hacia el centro del subsuelo de la pirámide, aquí recorre unos metros en sentido horizontal y luego se convierte en un pozo vertical que conduce en sentido ascendente al piso de la cámara del sarcófago.
Si tal como parece, los arquitectos de Snefru construyeron dos pirámides y dieron a ésta su forma última, no cabe duda de que debieron de adquirir una enorme experiencia en la materia. Pero seguramente fue el mismo Snefru quien señaló las directrices que en el futuro habían de regular el dispositivo de las pirámides y de sus elementos. Frente al naturalismo alegre, de vida cotidiana y festiva de Zoser, impone Snefru como rasgos dominantes la sobriedad y la abstracción: planos tersos en lugar de escalones, puras formas geométricas. Snefru ha tenido la fortuna de que sus pirámides de Dahsur sean hoy en día no sólo las mejor conservadas sino las más auténticas. Su alejamiento y su entorno limpio de escombros y de ruinas permiten apreciar el poder que emana de las pirámides. En la inmensidad de la llanura sin confines, bajo la bóveda azul del cielo, las pirámides se enfrentan únicamente con el cosmos y el hombre experimenta en ellas lo que significa el encuentro con la eternidad.
Según las directrices de Snefru, en la pirámide propiamente dicha culmina un conjunto arquitectónico compuesto de cuatro partes fundamentales, nacidas todas ellas de conveniencias prácticas: 1, el Templo del Valle, adonde llegan las aguas de las crecidas del Nilo y donde se encontraban los muelles de descarga de los materiales traídos en barcazas por el río desde la Primera Catarata (el granito rojo de Assuán) o desde la orilla derecha (la caliza de Tura); 2, la calzada, utilizada primero para el arrastre de los bloques y convertida más tarde en vía de acceso a la pirámide; 3, el templo funerario, situado junto al flanco oriental de la pirámide, donde los operarios tenían sus talleres durante la construcción de ésta; 4, la pirámide, emplazada en la escarpadura del desierto, recortando su majestuosa silueta sobre el azul, donde no ocupa tierras útiles para el cultivo.
La más meridional de las dos pirámides de Dahsur fue proyectada sin duda como pirámide geométrica, aunque nunca llegara a serlo. Cuando su construcción había alcanzado poco más de la mitad de su altura, el ángulo de inclinación, de 50º 31', fue reducido a 43º 21'. Así nació una pirámide anómala, a la que se han aplicado diversos calificativos: falsa, romboidal, acodada, el último de ellos quizá el más adecuado.
Mide 188,50 m de base por 97,26 m de alto. Sus lados están orientados a los cuatro puntos cardinales, pero no con precisión tan matemática como las de Keops y Kefrén. Por fuera es la mejor conservada de todas las pirámides de Egipto, incluso en su revestimiento de caliza de Tura. Aquí puede apreciarse lo importante que era este revestimiento para el efecto que la pirámide producía de cerca. La pulida, deslizante superficie se compone de un mosaico de bloques en forma de cuña, cada uno de unos dos metros de longitud, incrustados en el cuerpo de la pirámide. Una zona en donde la superficie está un poco cuarteada parece la grieta de un iceberg. En la disposición de las piedras sigue el sistema arcaico de inclinarlas hacia dentro, como las pirámides escalonadas. Sería la última vez que ocurriera esto.
También es única esta pirámide en tener dos corredores de entrada a sus dos cámaras interiores. Estas están cubiertas de magníficas cúpulas falsas, de forma piramidal, hechas por aproximación durante la construcción y tapadas entonces con yeso. Seguramente éste fue el motivo que obligó a acortar la altura de la pirámide reduciendo el ángulo de inclinación.
Al sur de la pirámide, dentro del muro que delimita su recinto, se encuentra una pirámide secundaria o subsidiaria, algo que va a ser corriente a partir de ahora. Al igual que la mastaba meridional del recinto de Zoser en Sakkara, esta pirámide se destina a guardar las entrañas del rey, encerradas en los vasos canópicos, o a tumba de su ka. Ante la rampa de descenso tiene una capilla pequeña con un foso en el suelo. Al este, entre su base y el muro de demarcación, aparecieron restos de dos estelas, en una de las cuales está el faraón sentado dentro de la cartela de su nombre y títulos, con la doble corona, el manto del Hebsed y un flagelo en la mano. Probablemente la otra estela era igual.
En el proyecto inicial de la pirámide acaso no figurase un templo funerario, sino únicamente una mesa de piedra respaldada por dos estelas. Poco después se le añadió un recinto de adobe, precedido por un vestíbulo con puerta lateral, y el ara fue cubierta de un sencillo dosel de piedra.
Las excavaciones de 1951-52 dieron el sorprendente resultado de mostrar que en contraste con la simplicidad de este templo funerario, la pirámide tenía en el punto de partida de la calzada un monumental templo del valle, de unos 50 m de longitud. Delante de la entrada hay un patinillo delimitado por un muro que se une al meridional de la calzada, frente a sus dos esquinas se alzaban dos estelas de cima redondeada. El templo propiamente dicho consta de un vestíbulo, con dos cámaras a cada lado; de un patio a cielo descubierto y de una sala hipóstila, de diez pilares, con nichos al fondo. En estos nichos estaban alojadas cinco estatuas del rey, de tamaño mayor que el natural, formando cuerpo con las paredes del fondo, como si fuesen altorrelieves. Pese a lo muy destrozados que han aparecido, lo mismo el templo que su decoración, se han podido recuperar tramos y fragmentos de relieves de lo más fino y expresivo que produjo el Imperio Antiguo.
Vengamos ahora a la tercera de las pirámides de Snefru, la del norte. Se la llama la Roja porque tal es el color de la piedra de la localidad de que está construida. Pero en la Antigüedad llevaba el habitual revestimiento de caliza de Tura, de modo que ese color rojo, por el que se la conoce, no era para nada visible. Mide 218,5 por 221,5 m de base y 104,4 de altura. Su ángulo de inclinación, 43° 36', se aproxima mucho al de la parte superior de la Pirámide Acodada.
Pese a ser la primera pirámide geométrica, ha sido poco explorada y estudiada, desde que hace siglo y medio Perring logró penetrar hasta la última de sus tres cámaras. Tanto el corredor de entrada como las dos primeras cámaras están casi obstruidas por los escombros. Las tres están cubiertas de bóvedas falsas, de gran altura. Faltan por descubrir la calzada y los templos. A pesar de ello, se conocen inscripciones y letreros que permiten atribuirla con seguridad a Snefru. Las mastabas de los cortesanos, situadas en sus proximidades, no sólo corroboran la atribución, sino que indican que probablemente aquí reposó al fin el cuerpo del soberano.